Cuentos 3
En Argentina, aquellas empresas que tuvieron su origen en el esfuerzo de argentinos e inmigrantes, duran normalmente el tiempo de una generación y “un poquito”. Me refiero naturalmente a aquellas empresas de origen local y no a las filiales de las multinacionales instaladas por circunstancias coyunturales que permitían las grandes especulaciones.
A veces, como en el caso de Pamperito SA., tales empresas duraron más de una generación, lo que se ve plasmado en las enormes fotografías murales donde se registró su humilde nacimiento de empresa familiar y las sucesivas etapas de desarrollo que la llevaron a la empresa poderosa en que se convirtió después de muchos años de esfuerzo de su familia creadora. El problema de estas empresas es el “poquito” de una nueva generación que estando al frente de la misma, no entiende el esfuerzo de sus antepasados ni el de las sucesivas generaciones de trabajadores para hacerla crecer y mediante maniobras legales, comerciales, financieras y en base a teorías económicas que de ninguna manera podrían ser compartidas por sus antepasados creadores, logran en poco tiempo llevar a la empresa a la ruina o ponerla en manos especuladoras que deciden su futuro, no sobre la fe en su propio trabajo y en el progreso sino en el tan mentado, en nuestra época, concepto neoliberal que somete todo al paradigma del “costo-beneficio”.
Esta generación del “poquito”, con los bolsillos llenos de efectivo se dedicaron a dilapidarlo (normalmente en el extranjero) terminando algunos en una miseria tal que solo les alcanza para tener algún puestito de diarios como en el caso de los descendientes de la empresa textil “Bernalesa SRL.”.
En la primera mitad del siglo XX, el concepto del progreso unido al desarrollo de la nación, estaba todavía fuertemente arraigado en la mentalidad argentina iluminada por la idea de una patria grande, pero a fines de los años 60 este concepto ya estaba cambiando y si bien todavía había empresarios que luchaban por mantener y hacer crecer su empresa, la ideología política que se apropió del poder en la Argentina y se mantuvo, salvo algunos episodios esporádicos, hasta principios del siglo XXI, les impidieron mantener sus estructuras conduciéndolos en definitiva al achicamiento y a la desaparición. Inentendiblemente estas ideologías tan destructivas para la clase media eran y siguen siendo aplaudidas por esta misma clase pese a que sistemáticamente la clase media es devorada por las coyunturas favorables a las empresas multinacionales creadas por los políticos de turno.
Pamperito SA. no escapó a esta corriente y hacia fines del siglo XX la empresa estaba colmada de asesores y especialistas que eran expertos en el vaciamiento de empresas, de manera tal que las políticas internas no puedan ser detectadas por las autoridades competentes. Debemos agregar que los años 90 se caracterizaron por una legislación que sistemáticamente conducía a la apertura de posibilidades para que las empresas argentinas liquiden sus negocios con el mínimo costo posible. Como ejemplo podemos citar le ley de Concursos y Quiebras 24522 y el concepto de flexibilización laboral para reducir al máximo los costos del despido, concepto que en definitiva desemboca en la famosa ley “BANELCO”.
Se suma a esto la creación del MERCOSUR que tomó como modelo al Mercado Común Europeo, pero olvidando, en el Tratado de Asunción, establecer las bases de defensa social mediante la creación de organismos adecuados.
A Pamperito SA. le convenía trasladar su producción al Brasil donde la mano de obra era más barata. Pero tenía el problema del costo laboral que significaba el despido de cerca de 5.000 trabajadores a los que se les debería abonar una indemnización de un mes de sueldo por cada año trabajado y otros adicionales. Por eso es que afloró la idea de los nuevos asesores y especialistas de crear un espectacular fraude a los trabajadores para reducir los costos del despido a nada.
Conocí a uno de estos especialistas quien llevó a la liquidación a cuatro empresas aseguradoras y en vez de estar recluido en alguna celda e inhabilitado de por vida, sigue girando en plaza como director de otras aseguradoras e incluso se postuló en su oportunidad (sin suerte) como presidente de un importante club de fútbol.
En Pamperito SA. había que preparar el terreno: primero se llevaron las máquinas más modernas al nuevo establecimiento en Brasil, luego redujeron la producción y bajaron la calidad de la materia prima obligando incluso a los trabajadores a trabajar con máquinas que se trababan porque no estaban en condiciones, mientras los muchachos de mantenimiento hacían todo tipo de malabarismos técnicos para volver a ponerlas en marcha, finalmente comenzaron a suspender a parte del personal por falta de trabajo. Todo esto era una preparación psicológica de los trabajadores para que acepten en definitiva las condiciones que la empresa iba a imponerles en el futuro. A todo eso el sindicato “bien gracias”.
En Argentina, pese al mandato constitucional del art. 14 bis no existe el deber de informar a los trabajadores sobre la actuación pasada y presente ni los proyectos de futuro, tal como lo disponen las directivas de la Unión Europea y las legislaciones de sus países miembros. En los Estados Unidos, si bien el deber de informar no es una norma laboral, las empresas deben informar sobre los mismos tópicos a la población en general, por lo que cualquiera puede acceder a los mismos.
Por todo eso los trabajadores de Pamperito SA. estaban totalmente desinformados y su único conocimiento partía de las conjeturas que podían sacar de aquello que estaba a la vista, es decir que el panorama era desastroso y se preveía la pronta caída de la empresa.
No es de extrañar entonces que a fines del siglo XX se encontraran con las convocatorias de la empresa al Ministerio de Trabajo para negociar el pago de una indemnización por despido. Psicológicamente los trabajadores ya estaban preparados.
Frente a la Delegación del Ministerio de Trabajo de la Nación en Callao y Mitre, el día señalado en los telegramas se congregaron, Elda, Luis, Jacinto conjuntamente con otros 17 trabajadores. La empresa los citaba en grupos de 20 para facilitar el trámite de la audiencia ante el SECLO.
A la hora señalada apareció entre ellos el delegado que ejercía la representación gremial quien fue el primero en entrar en la audiencia y hacía de vocero informando sobre la propuesta de la empresa y lo que en la audiencia se había discutido. Este mismo delegado ya había participado en audiencias múltiples con las mismas características.
La propuesta de la empresa era simple y consistía en el pago de la indemnización correspondiente, a la que se efectuaba una importante quita y que se abonaría en cuotas mensuales de hasta tres años sin interés alguno. En virtud de ello los trabajadores más antiguos percibirían como máximo $ 350 mensuales, para otros la cuota iba a ser de $ 50.
La característica más importante del convenio iba a ser que, la primer cuota se abonaría recién después de los 6 meses durante los cuales le correspondía al trabajador el cobro del fondo de desempleo pagado por el estado, es decir que la primer cuota sería abonada entre mayo y julio del año siguiente. Se pactaba también la mora automática y en su caso la caída de los plazos.
Claro que frente al Ministerio los trabajadores expresaban su desacuerdo y enojo, pero finalmente muchos de ellos se avinieron a firmar. Algunos sin embargo, después de recibido el telegrama de despido concurrieron a estudios jurídicos donde iniciaban las correspondientes demandas por despido.
Esta situación se repitió en todas las sucursales y con todos los 5.000 trabajadores de la empresa.
Los primeros convenios fueron homologados por el Ministerio de Trabajo, pero después el Departamento Legal se dio cuenta que el acuerdo excedía las normas de razonabilidad y decidió no homologarlos ordenando el correspondiente archivo de las actuaciones.
La cláusula que establecía que la primer cuota iba a ser abonada después de pasados 6 meses no era inocente. Hacia fines del año en la empresa no quedaban más trabajadores y entonces comenzaron a llevarse todas las maquinarias y el mobiliario de la empresa quedando los galpones vacíos en los que tan solo se acumulaba la basura que el viento arrastraba de un lado para el otro. Hay que recordar que de acuerdo al art. 246 inc. 1 de la ley de concursos, los trabajadores tienen privilegio especial sobre la maquinaria de la empresa, por eso se tomaron 6 meses de tiempo para deshacerse de esa garantía de los trabajadores. Adviértase que ni siquiera la maquinaria obsoleta quisieron dejar para garantizar los créditos laborales y la vendieron como chatarra.
Todo se derrumbó para nuestros amigos Elda, Luis y Jacinto y también para los demás trabajadores de Pamperito. Los sueños, las esperanzas, el amor por la empresa y por el fruto del trabajo de tantos años, todo había desaparecido, quedaba por delante únicamente un futuro incierto y oscuro. Todos nuestros amigos ya eran personas mayores y el desempleo imperante en el país durante los años 90 no creaba perspectivas alentadoras ni para los más jóvenes.
Los 6 meses durante los cuales cobraron el fondo de desempleo pasaron rápidamente. Elda y Jacinto lograron ubicarse en trabajos de changas pero Luis con sus 60 años tenía pocas oportunidades.
Cuando llegó el momento del pago de la primer cuota, en la administración de la empresa no quedaba más que el portero quien no sabía darle explicaciones de cual iba a ser el futuro ni adonde debían dirigirse.
Comenzó entonces el peregrinaje por diversos estudios jurídicos. Pero normalmente sus causas eran descartadas por los abogados que tenían conciencia de la imposibilidad del cobro de los créditos de los trabajadores. Sin embargo, había estudios jurídicos que convocaban la mayor cantidad de trabajadores posibles, no tanto para ganar y cobrar sus juicios sino para aumentar su paquete de clientela “cada cliente arrastra siempre consigo otras causas que pueden ser rentables como los divorcios, las sucesiones, etc.”.
El siglo XXI, que se había iniciado para los argentinos con una esperanza de cambio, con la cual pusieron sus votos en las urnas electorales, demostró rápidamente que nada estaba cambiando y que las políticas neoliberales que tanto prometían desde hacia años sobre su impacto favorable en la economía, condujeron al desempleo y a la pobreza, sin embargo continuaban siendo aplicadas por el nuevo gobierno de la Alianza que se había configurado precisamente para establecer un cambio. Se notó por otra parte que la Alianza tenía simplemente un carácter electoral y apenas ganadas las elecciones comenzaron a aparecer los roces y diferencias en la cúpula gobernante que redundaban en definitiva en la falta de gobernabilidad y la desaparición de todo proyecto creativo. Parecía que no se podía salir del pozo en el que se había caído durante los años 90. Todos los desocupados buscaban en forma individual la solución personal de sus problemas económicos. Las políticas neoliberales que se gestaban desde fines de los años 60 tuvieron su explosión en los años 90 y llevaron al país a un estado tal que las nuevas generaciones, listas para entrar en el mercado de trabajo, no habían visto nunca a sus padres trabajando o si por alguna suerte tenían trabajo estaban incapacitados para progresar con los magros sueldos que recibían. Esta nueva generación no reconocía que el estudio, el esfuerzo y la obtención de algún oficio podría darles una perspectiva de una vida digna y mejor. Estas nuevas generaciones fueron las generaciones del paco y el desánimo hacia el trabajo. Interesaba mucho más participar en un casting para televisión antes que desarrollar sus propias aptitudes. La vida era pues más una lotería que otra cosa.
Consideremos que los trabajadores despedidos de Pamperito SA. eran 5.000, pensemos que cada uno de ellos estaba al frente de una familia que debía promediar un total de 4 personas con la que ya sumamos 20.000 ciudadanos con problemas. Pero además estas familias tenían que comer, vestirse, educarse y dedicar algo de su tiempo al esparcimiento. Cuando perdieron su trabajo, todos aquellos que les suministraban esos bienes y servicios también vieron mermados sus ingresos convirtiéndose la situación en una bola de nieve que aumentaba a medida que rodaba cuesta abajo.
El trabajador común no reinvierte sus ingresos en el aparato financiero ni los exporta hacia el exterior; el trabajador común gasta su salario en bienes y servicios que les son necesarios, de manera tal que cada peso que le es abonado produce una explosión económica en el entorno donde vive, toda vez que esta moneda circulará de mano en mano requiriendo a su vez que otros trabajadores produzcan los bienes requeridos.
Volviendo a nuestros personajes, Elda fue la única de los tres que no firmó el convenio en el Ministerio de Trabajo y recurrió, apenas fue despedida a un abogado de su confianza para reclamar la totalidad de su crédito.
Otros trabajadores que sí habían firmado el convenio y habían caído en manos de abogados honestos y capaces, denunciaron el convenio, que no fue homologado por el Ministerio de Trabajo, reclamando también la totalidad de su crédito, pero una inmensa mayoría no lo hizo y se presentó ante la Justicia de Trabajo reclamando el cobro del convenio conjuntamente con las multas que, por la falta de pago del convenio, la ley establece.
En ese entonces dada la gran cantidad de juicios laborales que se estaban generando, los Tribunales de Trabajo estaban recargados y los reclamos de los ex trabajadores de Pamperito SA. avanzaban lentamente, pero finalmente llegaban a la etapa de ejecución tras el fracaso de cualquier tipo de embargo sobre bienes y cuentas bancarias de la empresa y previo el cumplimiento de todas las exigencias de la ley de concursos y quiebras, comenzaron a presentarse a granel pedidos de quiebra en la Justicia Comercial.
Mientras tanto el país se precipitaba hacia la bancarrota. Debido a la fraudulenta ley de reforma laboral para su flexibilización renunció el vicepresidente y pronto fue convocado al Ministerio de Economía el autor del sistema neoliberal en la Argentina de los años 90, Domingo Cavallo, quien ya en el año 82 demostró su capacidad de apartarse del liberalismo al socializar la deuda externa privada de algunas empresas argentinas. En diciembre de 2001 intentó nuevamente socializar las deudas de las entidades financieras poniendo en cabeza de todos los argentinos el déficit de las mismas mediante el famoso “corralito”, que entre otros se llevó las indemnizaciones del empleado administrativo contable de Pamperito SA, Jorge. Esta fue la gota que condujo al derrumbe del gobierno, a la sucesión de varios presidentes y finalmente a la destrucción del sistema de convertibilidad que mantenía el dólar y el peso 1 a 1.
Se modificaron de esta manera los términos de intercambio en el MERCOSUR y desde el punto de vista de los valores internacionales, los costos en Argentina eran inferiores a los de Brasil, lo que motivó el regreso de las empresas, que antes habían emigrado al norte, para reinstalarse en su país de origen. Ahora los desocupados eran los trabajadores brasileros quienes se congregaban en multitudinarias manifestaciones frente a la Embajada Argentina para expresar su protesta. Como podemos ver el dumping social, contra el cual no había protección desde las instituciones del MERCOSUR, funcionaba perfectamente.
Pamperito SA. también decidió su retorno, para lo que recurrió a la ley de Concursos y Quiebras sancionada en 1994 en épocas del ministro Cavallo. En julio del año 2002 la empresa Pamperito SA. presenta su convocatoria de acreedores ante la Justicia Comercial, solicitando que en el mismo juzgado se reúnan todos los pedidos de quiebra que pesaban sobre ella, con la consiguiente suspensión de las ejecuciones. CONTINUARA