Contando cuentos

20.05.2013 21:25

 

CONTANDO CUENTOS

 

            Este cuento es producto de mi imaginación y cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

            Tampoco abundaré en la citación de doctrina ni de lo leído por mí a lo largo de mi vida. El hombre a mi edad tiene que darse cuenta que es como el cause de un río que va tomando forma a medida que el agua va carcomiendo sus orillas y los hechos y lecturas vivenciadas en el pasado modelaron su pensamiento actual.

            Por eso limitémonos a decir que lo que sigue es un cuento que hasta podría ser divertido si no se pareciera tanto a la realidad.

            La Argentina y en especial Buenos Aires, es desde su nacimiento como el Río de la Plata, abre ampliamente sus orillas para parecerse al mar (Europa) pero pese a todos sus intentos siempre sigue invadida por las aguas dulces que desde el interior rellenan sus causes. El mar a su vez con sus sudestadas y sus mareas lo empujan hacia el interior dejándolo sumido en un constante sueño no realizable que lo irrita contra las aguas del interior e imposibilita sus aspiraciones oceánicas.

            Tal es así que el país durante toda su historia pretendió incorporar en su devenir las costumbres, las leyes y las ideas que venían de otros mundos, sin aceptar que con su propio caudal de ideas podía contribuir y enriquecer el progreso mundial.

            Se intentó en el país imponer los principios jacobinos, cuando su población no se parecía en nada a la población francesa. Se trató traer de los pelos las ideas socialistas y comunistas cuando en el territorio no había un proletariado suficiente ni empresarios que merezcan entrar en el concepto del empresario perfecto de Schumpeter, es decir el empresario innovador. Finalmente y desde fines de los años 60 se trató de imponer las ideas neoliberales cuando la extensión de la pampa, la escasez de población y la distancia que nos separa de las metrópolis mundiales nos impiden vivir en un mercado transparente al que puedan tener acceso todos los pobladores del la república.

            Esto impacienta a algunos adictos a las ideas importadas tanto de izquierda como de derecha quienes al no encontrar una salida rápida hacia aquel mundo ideal de las europas, supieron recurrir a la violencia para poder imponerlas. Pero los ríos del interior siguen  imponiendo su caudal al Río de La Plata e impidiendo la realización de aquellos sueños irreales, toda vez que la geografía misma se opone a los mismos.

            Debatiéndonos durante casi dos siglos entre esas dos aguas llegamos a los años 90 del siglo XX. Las aguas del Río de la Plata llevaron hacia el mar  muchos cadáveres y muchas ilusiones. Fracasaron las ideas tanto de izquierda como de derecha y los sobrevivientes quedamos sumidos en una gran apatía, descreimiento en las ideas y desaparición de la acción solidaria.

            Por ese entonces en el “mundo desarrollado” había caído el muro de Berlín y lo que hasta entonces parecía totalmente imposible sucedió: el mundo comunista desapareció del mapa ante el desconsuelo del mundo capitalista que ya no tenía una bandera para enarbolar como justificativo a sus abusos materialistas, financieros y antisolidarios. Argentina no pudo resistirse a participar de la fiesta que inicialmente festejaba la caída y el triunfo de dos ideas utópicamente confrontadas pero que recíprocamente se retroalimentaban. Así entramos en una avalancha de consignas mediáticas y doctrinarias, en las que se nos hizo creer que había que estar del lado de la idea triunfante para disfrutar cada uno individualmente de la riqueza aparente del “deme dos”.

            Políticos, sindicatos, doctrinarios, jueces y todo tipo de corporaciones admitían solamente al modelo neoliberal  que se había fundamentado en la escuela de Chicago cuando en el hemisferio norte se terminó el “New Della” y la doctrina del bienestar y el estado benefactor. La población en general no tuvo la oportunidad de escuchar otras voces, porque no existían, porque se las acallaba, o porque todavía no habían tomado la forma adecuada,

            Siguiendo el ejemplo “maravilloso” del Mercado Común Europeo se creó el MERCOSUR mediante el Tratado de Asunción d 1991, pero, como siempre, los argentinos cuando copiamos dejamos algunas cosas en el tintero. El MERCOSUR tal como fue creado fue simplemente un tratado de libre comercio que abriendo el paso por las fronteras de los estados signatarios no dijo una sola palabra sobre la cuestión social dejándola relegada a la política del derrame que consideraba que las clases más necesitadas se iban a beneficiar con lo que caiga de las copas de más arriba.

            En el mundo europeo, conjuntamente con la apertura de las fronteras aduaneras, el Tratado de Roma permitió a las entidades de carácter trasnacional a legislar sobre la cuestión social (Derecho del trabajo y derecho provisional) a los que se le incorporó luego el Tratado sobre derechos humanos. Por otra parte se creó un Tribunal de Justicia al cual debían recurrir los jueces en caso de conflicto entre el derecho interno y el derecho europeo, dictándose sentencias que modelaban  el derecho de todos los estados miembros.

            Nada de eso ocurrió en el MERCOSUR, parecería que los que nos soplaban la lección desde el hemisferio norte se olvidaron de lo principal. Desde la crisis energéticas de los años 70 el Tribunal de Justicia Europeo comenzó a darle forma  al derecho social de la región previniendo, sobre todo las acciones del “dumping social”.

            Cuando una empresa holandoalemana decidió despedir a 5.000 trabajadores lo hizo con el criterio de darle preferencia a los despidos de aquellos trabajadores que estaban en las sucursales en los países donde el despido era más barato. Contra eso se alzó el Tribunal de Justicia Europeo diciendo que este no podía ser el criterio de preferencia.

            ¿En que consiste este dumping social?: Las empresas que tienen las posibilidad de trasladarse de un país a otro, persiguiendo el tan mentado costo-beneficio preferirán radicarse en aquellos países de a región que tengan menor costo laboral para reducir sus gastos en desmedro de los trabajadores. Naturalmente, ante la posibilidad de un desempleo masivo y su costo social, el país del cual emigran las empresas, intentaran reducir los derechos de los trabajadores para retenerlas e incluso atraer a las que están ubicadas en otro país.

            Manuel Belgrano, que es recordado por nosotros tan solo por la creación de la bandera o del dulce de leche, ya  en el año 1802 en su Carta al Consulado decía: “…Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su esmero en conseguir no solo darles nuevas formas, sino aún atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo y después venderlas…”; pero Belgrano, justamente por decir estas cosas, fue relegado del centro del poder hacia el norte del país donde no molestara con sus ideas y de paso si era posible que nos defendiera de los españoles que invadían desde el Alto Perú. El pobre abogado logró sin embargo  triunfar en las batallas de Salta y Tucumán, logrando conjuntamente con otros próceres la libertad de América  creando la oportunidad para los adictos a las ideas de la división internacional del trabajo de Adam Shmit  puedan establecer  las bases políticas para desarrollar un país de acuerdo a ese modelo que se instaló definitivamente en los años 80 del siglo XIX. Con el auge de las privatizaciones y el libre tránsito de los bienes y servicios a través de los cuatro países signatarios del Tratado de Asunción, sin ninguna barrera legal o ideológica que los detenga, los empresarios, persiguiendo el mejor beneficio y huyendo de los costos, comenzaron a trasladar sus empresas a los otros países del MERCOSUR en especial a Brasil. Esta tendencia se revirtió cuando se modificaron los términos de intercambio en el año 2002 y  el costo laboral era inferior en su país de origen.

            Todo esto se fue desarrollando con el cierre masivo de empresas y el consecuente desempleo de sus trabajadores sin que exista en el país ni en el MERCOSUR ningún colchón para amortiguar el impacto.

            Todos los despidos se fueron canalizando a través de la ley de concursos y quiebras dictada con el propósito de facilitarle el trámite a los empresarios en el año 1994. Dada las facilidades que la nueva ley les daba, las empresas prefirieron recurrir a este medio para evitar los costos que los despidos podían significar, sin recurrir a los medios de crisis de la empresa que podían dar soluciones más apropiadas para los trabajadores que quedaban totalmente desamparados.

            Cuando en el año 2002 las mismas empresas prefirieron reinstalarse en la Argentina, el concurso preventivo les otorgó el medio para regresar sin tener que afrontar los costos por los despidos anteriores o por lo menos licuarlos sobre la base de una normativa permisiva y de decisiones de jueces, quienes con el afán de ver  reinstaladas las industrias en su país fueron extremadamente permisivos, violando en muchos casos los principios fundamentales del derecho social.

            Aquí pretendo, luego de esta larga introducción comenzar nuestro cuento tomando como ejemplo a  una empresa en particular, esencialmente argentina a la que llamaremos con un nombre que evoca la argentinidad “PAMPERITO SA.”.

Continuará…..